MARIANO MARTINÉZ BÉJAR

                                                      

                -LOS SÍMBOLOS DEL FRISO-

                Como ya mucha gente sabe, Cieza alberga, entre su rico e inmenso patrimonio, una joya que ya muchas otras localidades quisiera poseer: el conjuratorio de la ermita de San Bartolomé.

                Este es, como decimos, un espacio único; un monumento que aunque su estado de conservación no es el más idóneo todavía conserva, en gran medida, una majestuosidad y un encanto excepcional; y si bien, si en su estado actual posee estas ricas cualidades, cómo sería una vez restaurado (petición y solicitud que esta hermandad ya presentó ante los organismos pertinentes hace varios años y cuya ejecución todavía estamos esperando).

                Nuestro conjuratorio, como ya he comentado, es un espacio único, cargado de belleza, luminosidad y colorido; pero sobre todo de misterio y misticismo. Todo aquel que haya podido visitarlo corroborará mis palabras.

                Durante muchos años he tenido la satisfacción de abrir y enseñar el conjuratorio de la ermita de nuestro Patrón a muchos ciezanos que desconocían de su existencia y a otros muchos forasteros. Unas veces durante las visitas al Belén de San Bartolomé que se realiza en la propia ermita; otras durante las Fiestas del Escudo o en verano, en Feria, enseñando las magníficas puestas de sol que desde este emblemático lugar se pueden disfrutar. Durante estas visitas les hablaba de la historia del edificio, de sus curiosidades, pero sobre todo de su magia o de su misticismo; porque muchos son los misterios que alberga este precioso y coqueto edificio.

                Poco a poco, y durante varios artículos iremos descubriendo y desgranando cada uno de estos misterios o secretos.  Hoy hablaré de la simbología oculta entre las pinturas al fresco de la cúpula del conjuratorio.

                Como bien se sabe, nuestro patrón San Bartolomé fue uno de los apóstoles de Jesús y murió martirizado. A partir de entonces se le representa con una serie de atributos como son la palma, que simboliza la victoria sobre el mundo y la carne por su martirio, un cuchillo en la mano derecha, símbolo de cómo fue martirizado (San Bartolomé murió desollado vivo), y un libro en la mano izquierda, que simboliza el Evangelio de San Mateo que predicaba en Asia. Además de por estos símbolos o atributos a San Bartolomé se le atribuyen otros relacionados con “protecciones” o “poderes”  a los que se le asocia, como es el caso del símbolo de la nube y el rayo, que recrea el poder que nuestro Santo tiene para aplacar las tormentas,  como ya dejó buena constancia de ello en nuestro pueblo. Pues bien, en el friso que rodea la cúpula del conjuratorio se encuentran ocultos todos estos símbolos: palma, cuchillo, piel del Santo, evangelio, nube con rayos y otros que no hemos nombrado y que el autor de estas pinturas (allá por mediados de del S.XIX) recreó y que también son símbolos del martirio de San Bartolomé, como unas tenazas o el árbol al que ataron al Santo para desollarlo.

                Resolver este misterio, es decir, encontrar todos estos símbolos ocultos en el friso de la cúpula, era una de las actividades que les pedía a los visitantes de nuestro monumento, sobre todo a los niños, que disfrutaban y competían para ver quién los encontraba antes.

                He de confesar que en un principio quería enriquecer este artículo con fotografías de cada uno de estos símbolos para facilitar su búsqueda; pero bien pensado, mejor no descubrir el misterio y que sean los visitantes quienes lo hagan. Aquí dejo ese reto.