PASCUAL GÓMEZ YUSTE

El antiguo muelle de carga y descarga es una edificación prácticamente intacta. Un milagro en un municipio que ha prestado poca o nula atención a su patrimonio industrial. Pertenece a la estación de ferrocarril de Cieza y presume de su marquesina de madera y estructura metálica. Pero todo eso, que no es poco, no es lo que hace único a esta plataforma elevada tan a salvo del paso del tiempo y tan expuesto a la indiferencia. Basta echar una simple ojeada para darse cuenta que, por dadas sus características, bien podía ser susceptible de su conservación y recuperación. Su deterioro acusa el siglo largo que lleva en pie y constituye un testimonio mudo de otra época.  

Con este descubrimiento en cierto modo azaroso empieza una nueva historia para un equipamiento ferroviario que ya cumple otra función, en este caso intangible: se ha convertido en un símbolo. El esqueleto que unos ven que afea el entorno lo complementa de tal forma que ha pasado a ser un icono de la estación. Cuesta creer que todavía no se haya alzado ninguna voz que pida la protección de este edificio. En los albores del tercer milenio, el patrimonio industrial se asoma al abismo del abandono. “Hay que empezar a tomar decisiones como si estuviéramos en una sala de urgencias. No queda otra si queremos conservar edificios tan singulares como este”, advierte un vecino de Cieza.

Cuando contemplamos un paisaje urbano tendemos a concebirlo como un espacio estático. Sin embargo, está en constante transformación. Este hecho es especialmente real en el espacio dedicado a la estación de tren, ubicada en el punto kilométrico 410 de la línea férrea que une Chinchilla con Cartagena. Desde su apertura el 8 de octubre de 1864 hasta la actualidad, las personas han intentado transformar el entorno. Y en el paisaje urbano perviven vestigios de ese empeño humano, que lo convierten en una crónica del pasado. Cabe recordar que entre el Cabezo de la Fuensantilla y los Casones también se halla la estación término del Chicharra, construida en 1924 y clausurada en 1969.  

El mencionado conjunto patrimonial conserva, en su zona norte, un singular espacio de gran valor histórico formado por un muelle de carga y descarga elevado con baldosas de piedra bien trabajadas, encima del cual se ubica una marquesina con artesonado lateral de madera, estructura de hierro y cubierta metálica. La otra mitad del muelle cubierto está construido en ladrillo visto, con jambas y dinteles de ladrillo en relieve, y los muros interiores de mampostería ordinaria enlucida. La construcción está dotada con puertas laterales en madera. Para la cubierta se utilizó una techumbre de forma triangular utilizada frecuentemente en los edificios industriales de la época.

Fotografiar su interior es como captar el alma de un lugar. Nos hallamos en una suerte de almacén: a la izquierda de la entrada, el habitáculo de madera y amplias cristaleras de la oficina; a la vista sobre una mesa, albaranes que aguardan para ser leídos. Seguimos adentrándonos. A la izquierda, un armario con las puertas abiertas. En su morfología rectangular, un interminable rastro de restos de cosas. Al entrar al muelle donde en otro tiempo se recibían y depositaban las mercancías, me llama la atención el interior diáfano. No añadí luz adicional por mi cuenta. No quería mostrar la imagen creada por la pátina de la ruina. Lo que de verdad buscaba era captar el lugar tal como lo encontré.  

El estado de abandono del edificio es mitad obra del hombre, mitad de la acción del paso del tiempo: graffiti, cristales rotos, pintura desconchada, yeso desprendido, hierro oxidado, madera agrietada.  Aproximadamente ciento diez años. Es el tiempo que esta construcción lleva en pie, en desuso desde que fue clausurado a finales de los años ochenta del siglo XX. Después de prestar servicio durante tanto tiempo, el muelle de carga y descarga aún existente en la estación de ferrocarril de Cieza acumula más de treinta y cinco años de forzoso cierre. Por lo menos así lo indica la última revisión que pasó la báscula industrial que todavía se conserva en su interior.

Los objetos hablan. En el lugar de trabajo sus antiguos operarios dejaron muchas cosas tras de sí: muebles, enseres y utensilios, pero también objetos anodinos como palets, latas o tubos. Los objetos yacen en el mismo punto en el que fueron dejados. Es el sueño de cualquier arqueólogo porque el lugar se ha convertido en una prístina cápsula del tiempo que merece la misma protección que cualquier otro lugar de interés histórico o comunitario. Abandonados y cubiertos de polvo, algunos objetos son vestigios del pasado y revelan distintos aspectos de la vida laboral en el interior de esta nave. Hasta un desvencijado Seat 127 producido entre 1971 y 1982 parece reclamar atención.  

Uso el texto y la imagen para hallar muevas formas de visualizar unos vestigios de patrimonio industrial ya conocidos. Mi esperanza es seducir el interés de la gente y animarla a ver este legado de la historia del ferrocarril con una renovada sensación de asombro. Compartir con el lector la pasión por descubrir el legado ferroviario, así como nuestro sentido de responsabilidad con el patrimonio y la convicción de la importancia de proteger sus huellas. Inspirar a los demás para que contribuyan a proteger y salvaguardar este antiguo muelle de carga y descarga es a la vez una fuente de satisfacción. Un nuevo futuro para un viejo muelle de carga y descarga.