Los Sudores del Santo

Diligencia del año 1722:

 

En esta villa de Cieza, a veintiséis días del mes de agosto de mil setecientos veintidós, yo, D. Luis Daroca Marín, escribano, doy fe a los presentes como ayer día veinticinco de dicho mes, siendo las seis de la tarde y estando repleta su plaza pública celebrando la festividad de  su patrono San Bartolomé Apóstol,  se vio una nube muy negra que venía por la parte norte en forma de torbellino.

Siendo como soy, mayordomo de la cofradía del Patrono San Bartolomé y estar a mi cargo la obligación de llevarlo al conjuratorio en caso de tormenta, acudí a la Iglesia Parroquial para hacer esta diligencia.

Al entrar en la Iglesia vi como mucha gente tenía en la puerta al patrono con cuatro baldones encendidos pidiendo todos en alta voz misericordia a Dios nuestro Señor y rezando el Santo Rosario en devotas súplicas y plegarias. También se encontraba, templando los miedos, el Sr. D. José Roldán cura de la Iglesia Parroquial.

De este modo, estuvo la gente muy turbada y afligida como cosa de media hora, temiendo que la nube asolara y destruyera el lugar.

Transcurrido este tiempo la tormenta amainó y las nubes pasaron. Tras lo cual, y volviendo la imagen de San Bartolomé a sus andas, se sintieron las voces de algunos que repetían:

!Que suda el santo!, !que suda el santo!.

A estas voces acudió D. José Roldán, ordenó detener a los que llevaban la Imagen del Santo en las andas y ponerlo en el suelo. 

Muchos de los que nos encontrábamos inmediatos y más cerca, vimos que tenía San Bartolomé el rostro salpicado de gotas de agua, creyendo que sería de la que había llovido cuando estaba el Santo junto a la puerta de la iglesia. Ante la insistencia de algunos vecinos, que asustados repetían que el santo sudaba, D. José Roldán ordenó que le trajeran un lienzo limpio para comprobarlo por sí mismo. 

Limpió el cura muy bien con el lienzo blanco el rostro a San Bartolomé sin dejarle gota alguna de agua. Pero inmediatamente, de nuevo, observamos como el Santo Patrono volvía a sudar.

Reconociendo que este caso no podía ser natural, mandó que le trajesen unos corporales, con los cuales el padre Fray Jerónimo Tudela, franciscano de la ciudad de Orihuela, le limpió el rostro al Santo hasta dos veces.

Pero el Santo seguía sudando.

A todo esto, mandó a D. Miguel Sánchez, beneficiado de la ciudad de Alicante, limpiar el rostro del Santo ya que se encontraba dudoso de los acontecimientos,

Una vez pasados los corporales, reconoció que efectivamente estaba sudando y que el hecho era ciertamente sobrenatural.

Hasta cinco veces sudó el Santo en aquel rato, lo cual yo comprobé personalmente para con más certeza darlo por testimonio. 

Cinco veces sudó, en lo que parece quiso manifestar San Bartolomé lo mucho que había trabajado defendiendo a su pueblo de la maligna nube que lo amenazaba.

Cinco veces sudó, como cualquier persona después de un enorme esfuerzo o un trabajo agotador.

Y para que quede constancia de este acontecimiento, yo, D. Luis Daroca Marín, lo dejo escrito para que no caiga en el olvido y para que los actuales habitantes y las generaciones futuras veneren como se merece a su Santo Patrono, aquel que un 25 de agosto de 1722 salvó a su pueblo de un desastre seguro.

Después de lo narrado, sólo quiero terminar con una frase que espero se repita de generación en generación:

!VIVA SAN BARTOLOMÉ!.