UN ARTÍCULO CORTESÍA DE PASCUAL GÓMEZ YUSTE, AL QUE LA HERMANDAD DE SAN BARTOLOMÉ AGRADECE SU COLABORACIÓN.
PULSA EN LA IMAGEN PARA VER EL VIDEO DE LA BENDICIÓN DE LOS CAMPOS (Video Fernando Galindo)
Una tradición que continúa como la primera vez
Ojos que ven, corazón que siente. Lo que ellos ven y sienten frente a esa imagen es una evocación de su Santo Patrono, de cuya contemplación surge la devoción, que no ha faltado en ninguna época. Es capaz de suscitar una emoción. Es un icono, un símbolo si se quiere, especial. Y como todo símbolo, para pervivir necesita a quien lo vive y lo revive a través de la historia. Una de las grandes alegrías de la Hermandad de San Bartolomé es ser testigo del afecto y la admiración que tanto la procesión de la sagrada imagen como el tradicional acto de bendición de los campos inspiran en los ciezanos. Este último acto religioso de la feria y fiestas nos reconforta y nos recuerda que la vida sigue.
Nueve menos veinte de la tarde del 31 de agosto. Cieza respira aire de fiesta, y la Plaza Mayor constituye su corazón palpitante. Incluso sin saberlo, es algo que cualquier forastero puede intuir de una mirada. Nada es comparable a la sensación de felicidad al aguardar la salida de San Bartolomé. Nada es tan placentero como verlo asomar por el atril bajo los flashes fotográficos y los acordes del Himno de España interpretado por la Banda Municipal de Música. A veces este tipo de momentos te hace vivir sensaciones que van más lejos de lo que esperas. Sensaciones como las que te transmite el traslado procesional de sagrada imagen desde la basílica de la Asunción, donde ha permanecido veintiún días, hasta su ermita.
En este rincón de la geografía murciana sigue latiendo un corazón primitivo. Bajo la apariencia de un mundo moderno se agazapan tradiciones populares y rituales que entroncan con las cosechas y en los que pueden rastrearse ecos de milagros de otros tiempos. En este corazón antiguo habitan temores, pero también la promesa de una cosecha abundante. Porque Cieza, o algunos retazos de ella, no ha perdido el vínculo con los ritmos de la naturaleza. Esa conexión se renueva el último día de la Feria y Fiestas en honor a San Bartolomé. La bendición de los campos, empleada para la protección de las cosechas, ayuda a perpetuar una costumbre muy arraigada en la que el agua bendita es la principal protagonista.
La celebración se lleva a cabo desde tiempos inmemoriales, coincidiendo con el final de las fiestas patronales. Este es un modo de festejar la agricultura, de llenarla de florecimientos. Esta vez el momento más esperado lo protagoniza el coadjutor de la basílica de la Asunción, Brian Palao, cuando coge el hisopo, ese objeto de metal para esparcir agua bendita, y se asoma a la huerta para bendecirla. Esta vez, y debido a las obras del Balcón del Muro, el lugar elegido es el mirador de la calle Cubico. La hermandad vuelca en este acto la belleza del entorno, también su simbolismo, en una noche llena de sentimientos y vivencias a las que merece la pena volver.
En la vida, como en este tipo de escenas, la belleza y la verdad a menudo están ocultas en las cosas familiares que nos rodean y a las que no siempre prestamos atención. Contemplar este momento desde el punto de vista de un fotógrafo es una de las experiencias más enriquecedoras que puede tener una persona. Quienes la han vivido dicen haber sentido un vínculo especial que ha fortalecido su compromiso con las cosas y las gentes del pueblo. Porque a través de su mirada se embarca en un extraordinario viaje por las fiestas más populares del año desde una perspectiva única: la de quienes la han observado, vivido y sentido desde fuera. Mantener una tradición como la bendición de los campos es un ejercicio de compromiso con Cieza.